Esta nueva presentación de nuestra revista es la expresión de un anhelo que SIGLA ha mantenido desde 1992: iniciar el debate cultural sobre la posición y la función que en la sociedad Argentina deben ocupar los gays, las lesbianas y toda persona con un componente homosexual en su personalidad e historia de vida.

 

En el plano político y social el debate ha sufrido altibajos, pero está en curso: su primera etapa se inició en 1983, con la Coordinadora de Grupos Gay y la consecuente denuncia de los edictos policiales y la llamada ley de averiguación de antecedentes. Aquella etapa culminó en 1996, con la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que desactivó los edictos policiales y garantizó la no discriminación por orientación sexual; pero no hubo etapa siguiente: en 1997 el Código de Convivencia generó una conmoción social que confundió inextricablemente los temas de la prostitución, la libertad, el libertinaje y la homosexualidad.

El debate en la sociedad, que había cobrado fuerza en 1990 con la negativa de personería jurídica a la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), se revitalizó con los reclamos por derechos de pareja: en 1997 se reclamó cobertura de salud a las Obras Sociales y derecho de pensión para las parejas del mismo sexo. (El primero se obtuvo; el segundo fue frenado por la estolidez conservadora, corporizada en un asesor legal de la ANSSES que hoy ha llegado a ser juez). Tampoco hubo una siguiente etapa: los medios cultivaron e impusieron un nuevo repertorio de estereotipos, pero la batalla por los derechos civiles, iniciada en 1998 con los Proyectos de Ley de Parteneriato y de Modificación del Código de Justicia Militar, logró persistir con tres iniciativas: los Proyectos de Ley de Unión Civil que en el año 2002 fueron presentados a la Legislatura de la Provincia de Córdoba y a la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y el Proyecto de Ley de Parteneriato, reintroducido una y otra vez en el Congreso de la Nación.

Es tiempo de abordar el debate cultural como vía para dirigirnos a nuestra meta, que es normalizar la homosexualidad. La homofobia, con sus expresiones sociales y políticas, tiene trasfondo cultural: es la cultura la que nos rotula “anormales”, permitiendo así que el Estado nos prive del derecho de normalizarnos al negarnos la unión civil. Es la cultura la que nos hace vivir la infancia, la adolescencia y la juventud en un clima de prejuicio y hostilidad deformantes, y nos priva de una escuela donde la educación sexual diga que somos seres humanos y normales.

ESPEJO se ofrece como una tribuna sistemática y pluralista, cuyo único recaudo será que la rigurosidad y la información tengan precedencia sobre la exaltación y la exhortación. Difundiremos textos miliares en la historia de la homosexualidad y en la historia del estudio de la homosexualidad; presentaremos textos e ideas que demuestren que un órgano de prensa gay (en sentido amplio) puede apartarse de la apariencia e identidad que impuso el “gay liberation movement” de inspiración norteamericana.

Estos son los lineamientos bajo los cuales damos la bienvenida a todas y todos los que quieran escribir y contribuir en nuestra revista. Su diagramación busca simbolizar un modo de convivencia intelectual al que aspiramos, con el buen trato y el buen gusto que a veces se pierden en la agitación cotidiana.

En cuanto a nuestro público, es toda la sociedad. Esperamos con ansiedad su respuesta.