Nota del traductor: Gregory Herek es uno de los más importantes estudiosos de la homofobia, y promueve que se abandone este término y se lo reemplace por prejuicio sexual, expresión acuñada y favorecida por él mismo. Sin embargo, el término homofobia ya ha entrado en los medios, y a partir de la masacre de Orlando se puede predecir que será imposible desterrarlo del uso habitual del público para indicar la aversión hacia los homosexuales, en una gama que puede ir desde el odio más negro hasta una ligera hostilidad.

Los diversos autores se han esforzado por imponer diversos nombres,  diferenciados por matices mínimos: Heterosexismo, homofobia, lesbofobia, prejuicio sexual, transfobia, bifobia, homonegatividad, incomodidad con la homosexualidad, y antilesbianismo, reservando homofobia internalizada para indicar al opresor interior. Todos indican una reacción negativa ante alguna realidad sexual que se desaprueba.

Rafael Freda, 11 de julio del 2016.

Fragmentos de La Sicología del Prejuicio Sexual, de Gregory M. Herek, 1999

 

Resumen

El prejuicio sexual se refiere a actitudes negativas hacia un individuo a causa de su orientación sexual. En este artículo se usa la expresión para caracterizar las actitudes negativas de los heterosexuales hacia (a) la conducta homosexual; (b) las personas con orientación homosexual o bisexual: y (c) las comunidades de personas gays, lésbicas y bisexuales. Prejuicio social es una expresión preferible al término homofobia, porque no transmite presunciones sobre las motivaciones que subyacen en las actitudes negativas, ubica el estudio de las actitudes en relación con la orientación sexual dentro del contexto más amplio de la investigación sicológica sobre el prejuicio, y evita los juicios de valor sobre estas actitudes. El prejuicio sexual sigue estando muy difundido en los Estados Unidos, aunque la condena moral ha decrecido en la década de 1990 y la oposición a la discriminación antigay ha aumentado. El artículo reseña el conocimiento actual sobre la prevalencia del prejuicio sexual, sus correlatos sicológicos, sus motivaciones subyacentes y su relación con los crímenes de odio y otros comportamientos antigays.

 

(…) Hace mucho tiempo que las personas con orientaciones sexuales homosexuales o bisexuales están siendo estigmatizadas. Con el surgimiento del movimiento político gay en los últimos años de la década de 1960, sin embargo, la condena de la homosexualidad como algo inmoral, criminal y enfermo quedó bajo escrutinio creciente. Cuando la Asociación Siquiátrica Norteamericana dejó de lado la diagnosis siquiátrica de la homosexualidad en 1973, la cuestión de por qué algunos heterosexuales albergan actitudes fuertemente negativas hacia los homosexuales comenzó a recibir consideración científica seria. El nuevo pensamiento de la sociedad sobre la orientación sexual se cristalizó en el término homofobia, que el sicólogo heterosexual George Weinberg acuñó en los últimos años de la década de 1960. La palabra primero apareció en prensa en 1969 y fue subsiguientemente discutida largamente en un libro popular (Weinberg. 1972). Alrededor del mismo tiempo, heterosexismo comenzó a ser usado como un término análogo a sexismo y racismo para describir un sistema ideológico que coloca a la homosexualidad en una posición inferior a la heterosexualidad. Aunque el uso de las dos palabras no ha sido uniforme, típicamente se ha empleado homofobia para describir las actitudes y comportamientos antigays individuales, en tanto que heterosexismo se ha referido a ideologías y patrones de opresión institucionalizada de personas no heterosexuales, en el nivel de la sociedad.

Al atraer la atención popular y científica hacia la hostilidad antigay, la creación de estos términos marcó una divisoria de aguas. De los dos, homofobia es probablemente el más ampliamente usado y el más a menudo criticado. Sus críticos advierten que la homofobia implícitamente sugiere que las actitudes antigays se explican mejor como un miedo irracional, y que representan una forma de sicopatología individual y no un prejuicio socialmente reforzado. Como las actitudes antigay han llegado a ser crecientemente centrales para las ideologías políticas y religiosas desde la década de 1980, estas limitaciones se han vuelto más problemáticas. Sin embargo, el heterosexismo con su foco histórico de nivel macro sobre las ideologías culturales, más que en las actitudes individuales, no es un reemplazo satisfactorio de homofobia.

De este modo, el análisis científico de las actitudes antigays será facilitador por un Nuevo término que ofrezco para este propósito: prejuicio sexual. Concebido de modo amplio, el prejuicio sexual se refiere a todas las actitudes basadas en la orientación sexual, sea que el sujeto blanco sea homosexual, bisexual o heterosexual. Dada la actual organización social de la sexualidad, sin embargo, este prejuicio está casi siempre dirigido a personas que se involucran en comportamientos homosexuales o se rotulan a sí mismos gays, lesbianas o bisexuales. Por esto, tal como se lo usa aquí, el prejuicio sexual abarca las actitudes negativas de los heterosexuales hacia (a) el comportamiento homosexual; (b) las personas con orientación homosexual o bisexual; (c) las comunidades de personas gays, lesbianas o bisexuales. Como otros tipos de prejuicio, el prejuicio sexual tiene tres rasgos principales: es una actitud (i.e., una evaluación o juicio); está dirigido a un grupo social y a sus miembros; y es negativo, al involucrar hostilidad o disgusto.

(…)

CORRELATOS

 

Los estudios de laboratorio y de cuestionarios han usado una variedad de escalas y mediciones de resultado para determinar las actitudes de los heterosexuales hacia los hombres gays y las lesbianas (e.g. Davis, Yarber, Bauserman. Schreer. & Davis. 1998). De modo consistente con los resultados de las encuestas de opinion pública, han revelado niveles más altos de prejuicio sexual entre los individuos mayores, menos educados, que viven en el Sur o el Medio Oeste norteamericano, y en residentes rurales (Herek, 1994). La diferencia de sexos previamente advertida en prejuicio sexual se produce no solamente en el área de la aceptación personal (Herek & Capitanio, 1999: Kite & Whitley. 1998) sino también en actitudes que conciernen a derechos civiles y política social (Yang. 1998).

El prejuicio sexual también está confiablemente correlacionado con varias variables sociales y sicológicas. Los heterosexuales con altos niveles de prejuicio sexual tienden a obtener puntajes más altos que otros en autoritarismo (Altemeyer. 1996: Haddock & Zanna. 1998). Además, los heterosexuales que se identifican con una denominación religiosa fundamentalista y que frecuentemente asisten a servicios religiosos típicamente manifiestan niveles más altos de prejuicio sexual que los no religiosos y los miembros de denominaciones liberales (Herek & Capitanio, 1996). Desde la década de 1980, la ideología política y la afiliación partidaria también han llegado a estar fuertemente asociados con el prejuicio sexual, y los conservadores y republicanos expresan los niveles más altos (Yang, 1998).

El prejuicio sexual está fuertemente relacionado con si el heterosexual conoce o no a personas gays personalmente. Los niveles más bajos de prejuicios son manifestados por heterosexuales con amigos gays o miembros de la familia que describen su relación con esos individuos como “estrecha”, y que informan haber discutido directamente la orientación sexual de la persona gay o lesbiana directamente con él o ella. El contacto interpersonal y el prejuicio están recíprocamente relacionados. No solamente los heterosexuales con amigos o parientes gays son menos prejuiciosos, sino que los heterosexuales de grupos demográficos con bajos niveles de prejuicio sexual (e.g. las mujeres, las personas altamente educadas) tienen más probabilidad de experimentar contacto personal con una persona abiertamente gay (Herek & Capitanio, 1996).

Hay relativamente poca investigación empírica que haya examinado diferencias raciales y étnicas. El prejuicio sexual puede ser algo mayor entre los heterosexuales afroamericanos que entre los blancos, principalmente a causa de las actitudes relativamente favorables de las mujeres blancas hacia las lesbianas y los hombres gays. Los correlatos del prejuicio sexual pueden variar de acuerdo con la raza y la etnicidad. Las experiencias de contacto interpersonal pueden ser más importantes en la modelación de actitudes en los blancos que en los negros, por ejemplo, en tanto que la creencia en que la homosexualidad es una elección puede ser un predictor más influyente del prejuicio sexual de los heterosexuales negros (Herek & Capitanio. 1995).

 

MOTIVACIONES SUBYACENTES

 

Como con otras formas de prejuicio, el prejuicio sexual tiene motivaciones múltiples. Para algunos heterosexuales es resultado de interacciones desagradables con individuos gays, que después son generalizadas en actitudes hacia el grupo íntegro. Esta explicación probablemente se aplica a casos en los que el contacto interpersonal ha sido superficial y mínimo. Para otros, el prejuicio sexual está enraizado en temores asociados con la homosexualidad, que quizás reflejen incomodidad con los propios impulsos sexuales o la propia conformidad de género. Todavía para otros, el prejuicio sexual refleja influencias de normas internas del grupo que son hostiles a las personas homosexuales y bisexuales. Y todavía otra fuente de prejuicio es la percepción de que las personas gays y la comunidad gay representan valores que están directamente en conflicto con el sistema de valores propio y personal.

Se puede entender que estas diferentes motivaciones derivan de las funciones sicológicas a las que sirve el prejuicio sexual, que varían de un individuo al otro. El prejuicio sexual de una persona heterosexual, por ejemplo, puede reducir la ansiedad asociada con sus temores sobre sexualidad y género, en tanto que el prejuicio de otro heterosexual puede reforzar una sensación positiva de que esa persona es miembro del grupo social de los "buenos cristianos". Estas actitudes son funcionales solamente cuando son consistentes con claves culturales y situacionales, por ejemplo, cuando la homosexualidad es definida como algo inconsistente con una identidad masculina, o cuando una congregación religiosa define a la hostilidad hacia la homosexualidad como un criterio para ser un buen cristiano (Herek, 1987).

 

(…) El estigma basado en la orientación sexual ha sido lugar común a todo lo largo del siglo XX. Conceptualizar esta hostilidad como prejuicio sexual representa un paso hacia alcanzar una comprensión científica de sus orígenes, dinámica y funciones. Quizás lo más importante de todo sea que esta comprensión puede ayudar a prevenir la expresión comportamental del prejuicio sexual a través de la violencia, la discriminación y el hostigamiento.