Buenos Aires, 5 de enero del 2012

Hace más o menos un mes y medio me llamó un periodista muy joven (me lo imagino todavía estudiante) para consultarme sobre la media sanción a la Ley de Identidad de Género, que parecía muy entusiasmado con un argumento jurídico de algún diputado que se olvidó que en la democracia mayoría se cuenta por número, y que los opositores a esta ley perdieron en Diputados. A decir verdad, en la primera conversación no me encontré con un muchacho heterosexual muy diferente en sus prejuicios de los que tiene cualquier muchacho educado de su edad. Luego él, como buen periodista, consultó a la Comunidad Homosexual Argentina, a la Federación Argentina de Gays, Lesbianas y Trans y supongo que habrá acudido a varias otras fuentes.

Me iba llamando a medida que abrevaba en otras opiniones, yo rebatía o confirmaba lo que se había dicho en otras partes, y fui oyendo cambiar insensiblemente su discurso hasta que escribió esta página que me envió y publicamos a continuación, por dos razones: 1) Ignacio López Mallmann parece muy buena persona, y estaba desilusionado de que la revista que había pedido leer su artículo finalmente hubiera decidido no publicarlo, cosa que yo atribuí a que era un escrito para nada estridente. 2) El artículo prueba que el cambio cultural es posible. Ignacio había cambiado desde nuestra primera charla hasta escribirlo.

Ignacio no es ni era homofóbico, pero sí era heterosexista. La diferencia entre ambas categorías es que él pensaba o actuaba o se aferraba a un discurso que narraba un mundo donde los heterosexuales son preferibles o superiores a otras sexualidades. Era y es un "progre", pero no todo lo políticamente correcto que querrían algunos talibanes de nuestra causa. Por eso me cae más simpático.

Le ofrecí publicar en nuestras páginas su artículo, y por razones familiares olvidé hacerlo. Hoy, como regalo de Reyes, publicamos el escrito de una mente abierta y joven que sabe aprender cuando se le ofrecen razones convincentes, en lugar de mandatos. Gracias, Ignacio, por hacerme entrever que, además del cambio político que ya se ha conseguido, el cambio social es posible, y, sobre todo, el cambio cultural, el más difícil y el más lento de todos.

Rafael Freda


"Ley de Identidad de Género en Argentina. El camino hacia la aceptación.

Ignacio López Mallmann – Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

El 30 de Noviembre último, la cámara de diputados de Argentina, aprobó la ley de identidad de género, sobre la cual nos cuenta el Profesor Rafael Freda (Fundador de SIGLA – Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina- y una de sus caras más visibles) que reza lo siguiente: “…se puede dar el documento de genero opuesto a cualquier persona que se perciba a sí misma como del genero opuesto…”  Desde lo moral y lo ético esta ley no parece ser en principio un problema, que una persona quiera ser reconocida de manera acorde a como se sienta mejor identificada suena como lo más lógico y básico en materia de sentido común. Sin embargo en el terreno de lo legal y de lo cultural representado en los usos y costumbres de la sociedad la cuestión ya no es tan simple. Las nuevas realidades sociales chocan con los usos y costumbres ya legitimados tanto en lo cultural como en lo legal, y no planteo esto como un juicio de valor hacia las leyes basadas en los conceptos culturales más tradicionales, ni tampoco lo planteo como un ataque hacia las nuevas realidades sociales que aparecen. Sin embargo no cabe duda de que una legislación basada en determinados usos y costumbres podría entrar en conflicto con la aparición de nuevos. Considerando que las leyes deben actualizarse a la hora de reconocer la aparición de estas nuevas realidades sociales, el diputado del PRO, Julián Obiglio, opositor a esta ley, nos dice lo siguiente: “El problema que yo encuentro aquí es que esta nueva ley afecta el orden público establecido en la Argentina, o sea, por un grupo absolutamente minoritario, estamos alterando las reglas de relacionamiento del resto de la sociedad” Por otro lado, Obiglio se manifestó de acuerdo en que en el DNI ( Documento Nacional de Identidad ) de  la persona figure el nombre y sexo con el que se sienta más a gusto, siempre y cuando el mismo indique de alguna manera el cambio que se ha hecho, ya que según palabras del diputado  “serviría para preservar las relaciones jurídicas a lo largo de la vida de esa persona“. Sin embargo, este planteo además de no ser satisfactorio para muchos de los miembros de la comunidad gay y transexual, tampoco sería necesario, ya que al respecto de temas de contratación y preservación jurídica, Esteban Paulón ( Secretario general de la Federación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans) nos dice: “Hay no solo continuidad jurídica de las personas, sino que también hay mecanismos previstos para ello y esto queda en resguardo en los distintos juzgados… la persona no desaparece y aparece… la persona que accede al cambio de identidad es la misma persona jurídica que anteriormente en las relaciones comerciales”

Sin embargo cuando el diputado Obiglio, nos hablaba de esta ley y de implementar la advertencia en el DNI, iba más allá de las cuestiones contractuales y nos hablaba además de las relaciones cotidianas que se desarrollan personalmente: “Esta ley abre la posibilidad a confusiones, engaños… si uno está contratando con una persona que tiene el aspecto de hombre, tiene nombre de hombre y su DNI indica que es hombre uno da por sentado que tiene todas las condiciones genéticas de un hombre… y cuando hablo de contratos hablo de contratos laborales hasta matrimoniales”. Sin embargo, respecto a este tipo de cuestiones Paulón nos ofrece otra perspectiva diciéndonos: “…en las relaciones personales, la gente se va conociendo, sea con el objetivo que sea, van compartiendo distintos aspectos de la vida. Nadie cuando conoce a una persona pone todo sobre la mesa y eso será en todo caso una decisión privativa de las personas, pero eso ya forma parte de lo privado”.

Aunque parezca intrascendente, estas cuestiones de lo privado y lo cotidiano es uno de los grandes meollos de este asunto. Más allá de la advertencia en el DNI la realidad de fondo es otra, los derechos civiles y humanos se encuentran en medio de un choque de nuevos y antiguos, usos y costumbres sociales que se practican en las cuestiones privadas y cotidianas, y son condicionadas por los tradicionales conceptos culturales de identidad de género. Como es sabido, pero poco reconocido, las personas transexuales tienen por su condición, muy acotadas sus chances de ingresar al mercado laboral, por eso muchas de estas personas se vuelcan a la prostitución. Nosotros, la sociedad, somos los que ponemos la rueda del trabajo a andar, ya sea como empleadores o consumidores de servicios y productos, somos todos y cada uno de nosotros, ahora como ciudadanos, los que de manera consciente o inconsciente fomentamos esta marginación.

La Ley en sí es solo el primer paso para contrarrestar este mal social, y en cuanto a lo que podría suceder en un futuro próximo Rafael Freda, desde su  experiencia personal y décadas de militancia, nos dice: “… yo he visto cómo ha cambiado la sociedad con los homosexuales, yo he escuchado a mi padre decir: yo lo prefiero muerto antes que homosexual… al final no lo decía, me abrazaba y me decía te quiero mucho ¿y si pasa con un padre porque no va a pasar con todos?”. Adhiriendo a esta comparación entre padre y sociedad no me queda más que pensar que lo que resta es un camino que no se basara ya en el choque o la lucha cultural, si no en el aprendizaje y la aceptación. Saber que las prácticas y costumbres culturales más tradicionales no desaparecerán, y los nuevos no harán más que mejorar, para aquellos que se sientan representados con estos. Y tal vez un día las diferencias entre esos mundos culturales serán tan invisibles como lamentablemente lo son los transexuales ahora.

Cuando se ve a la persona en sí y como tal, se omiten las diferencias, y los prejuicios se apartan de nuestra vista, volviéndose tanto a causa de la ajena y la propia virtud interna, invisibles. Pero si omitimos a las personas en sí y como tales vemos solo las diferencias, valorando así a las personas no por las virtudes propias y ajenas, sino por conceptos extraños al ser de cada persona, y que coartan las formas de discernimiento que hacen a la autonomía de nuestra conciencia, y por ende a la verdadera base moral de nuestras acciones."